LA CANCHITA

LA CANCHITA DE CATALINAS SUR

Por Elio (Lito) Bernasconi

Año 2013



“El primer terreno que utilizamos en el barrio para jugar al fútbol, en 1964, fue el lugar donde ahora están la iglesia y la escuela Madre de los Emigrantes. Cuando se empezaron a construir el templo y la escuela, los que éramos habitués de ese lugar nos tuvimos que mudar, y lo hicimos hacia el terreno que estaba delimitado por las actuales calles Caboto, Gualeguay, Pedro de Mendoza y el frigorífico La Pampa. No existía por entonces ninguna de las mencionadas arterias, sólo Pedro de Mendoza, calle empedrada y de poco tránsito. Ese predio era adecuado. Era muy grande, por lo que pudimos hacer dos canchas, una al lado de la otra. La primera la hicimos sobre la actual calle Gualeguay. Sus imaginarios arcos estaban uno contra el edificio 21 y el otro sobre Pedro de Mendoza. La otra, sobre lo que hoy es la plaza Islas Malvinas. Para beneplácito de los que jugábamos allí, recibimos una donación de dos arcos regalados por el vecino Tito Roncallo, del edificio 15 que tenía un taller naval en La Boca. Esos arcos duraron algunos años, pero fueron embestidos en más de una oportunidad por los camiones que usaban ese terreno como playa de estacionamiento a la espera de la carga o descarga en el frigorífico. Se podrán imaginar el estado del piso de esa cancha, en la que las ruedas de los camiones, en días de lluvia, dejaban profundas huellas; y de los arcos, que terminaron todos torcidos a causa de los golpes que les propinaban los vehículos en las maniobras de estacionamiento que se hacían, por lo general, durante la noche, bajo la oscuridad total".



"Con el avance de las construcciones de los edificios de Prefectura y de la Plaza Islas Malvinas, tuvimos que mudarnos nuevamente. Esta vez el lugar elegido fue un terreno que no estaba dentro el barrio sino sobre la avenida Almirante Brown, frente al Hospital Argerich, donde hoy hay una playa de estacionamiento y los edificios de Almagro. Pero ese sitio nos resultaba muy problemático porque se realizaban allí algunos eventos, como por ejemplo, bailes de Carnaval y a veces recitales, por lo que cuando se armaban las estructuras para esos espectáculos, nos quedábamos sin cancha hasta que volvían a desarmarse. Y después pusieron allí una “Alfombra Mágica”. Nuevamente nos tuvimos que mudar, Y fue entonces cuando llegamos al terreno donde hoy está la actual “Canchita”.

Fue la primera vez que nos reunimos en forma espontánea para acondicionar el lugar. El trabajo de nivelado del terreno fue arduo y lo hicimos a todo pulmón. Sacamos escombros y apisonamos la tierra con cuanta herramienta nos caía en las manos. Conseguimos una motosierra para cortar un viejo árbol semienterrado. Sus ramas, por entonces casi al ras del piso, nos servían de perchero. Estaba situado cerca de donde hoy está la construcción que hace las veces de oficina de administración. Del primer intento, cortamos el árbol dejando un taco de más de medio metro de altura, solución que resultó peor que la enfermedad. Era difícil jugar con el tronco de medio metro dentro de la cancha. Terminamos desgajándolo a hachazos limpios. Mientras que en otro sector, que daba sobre la diagonal, otro grupo entusiasta trataba de derribar, también con hachas, otro árbol seco, muy alto, para ensanchar la cancha a la medida que necesitábamos para jugar allí. Mezcla del entusiasmo y la ansiedad por terminar el “trabajo”, optamos por atar una soga a las ramas y, mientras unos hachaban, otros tirábamos de la soga para apurar la caída. E inesperadamente, el árbol cedió sin que nos diéramos cuenta de que se nos venía encima. El fervor puesto en el trabajo era obra del apasionamiento por el juego que sentíamos como muchachitos que éramos. Hoy recordamos el hecho como “la venganza del árbol”, que si bien no hirió a ninguno de gravedad, nos dejó raspones y magullones que sentimos durante bastante tiempo. Pero la felicidad del logro era mayor".

"Con el transcurso del tiempo conseguimos mejorar el suelo, con tierra que compramos y transportamos en camiones. Así quedó la superficie en condiciones de jugar buenos partidos. Al principio, colocamos los arcos en sentido transversal al actual. Pero nos dimos cuenta de que los pelotazos que pateábamos con el afán de quien se siente profesional, terminarían con los vidrios de los vecinos del edificio 32 y, para no tener problemas, los colocamos tal como están ahora. Hicimos todo con el entusiasmo propio de nuestra edad de jóvenes muchachos y con la fuerza que por entonces teníamos y no escatimábamos. Todo para poder vivir nuestra pasión futbolera". 

"Desde entonces han pasado por allí infinidad de chicos y muchachos que han disfrutado, y continúan, de un lugar excepcional. Tratar de hacer una lista de todos los que colaboraron sería imposible. No quisiera dejar a nadie afuera. A mí me queda el recuerdo de muchos con quienes compartí momentos inolvidables, ya que tuve la suerte de llegar al barrio desde sus comienzos, siendo todavía un niño. Yo diría, exagerando un poco, que a muchos de nosotros “nos pusieron” y luego nos pusieron los edificios encima. Amo a este barrio y a su gente”.

Elio (Lito) Bernasconi








Extraído del libro digital: “Catalinas Sur Cincuentenario. 1963-2013”. Lili Varela-Emma Sala. Año 2013



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